Beetlejuice, un clásico de Tim Burton
Para los que vivimos la década del 80, el estreno de Beetlejuice 2 (Beetlejuice Beetlejuice, en su título original), nos llena de nostalgia ya que la película original es un clásico en la cinematografía de Tim Burton.
No hay dudas que hablar de Beetlejuice (1988) es hablar de la esencia más pura del cine de Tim Burton, un director que ha marcado a generaciones con su estilo único, sombrío, pero al mismo tiempo cómico y excéntrico. Esta película no solo es un clásico indiscutible del cine fantástico, sino también una ventana a la mente creativa de Burton, donde lo macabro y lo absurdo se mezclan de una manera inolvidable.
Desde que Beetlejuice comienza, podemos sentir esa atmósfera tan característica de Burton. El pequeño pueblo de Winter River, donde viven los personajes principales, los Maitland, está representado con una estética que combina lo gótico con lo kitsch, creando una sensación casi onírica. Pero es cuando los Maitland, interpretados por Geena Davis y Alec Baldwin, cruzan al otro lado que la magia realmente comienza. Burton juega con la vida y la muerte de una manera que solo él podría hacerlo: el Más Allá es un lugar burocrático y desordenado, lleno de personajes extravagantes, desde secretarias zombis hasta manuales incomprensibles.
Michael Keaton, en el papel de Beetlejuice, es simplemente inolvidable. Su energía caótica, sus bromas irreverentes y su aspecto desaliñado lo convierten en uno de los personajes más icónicos de la filmografía de Burton.
Beetlejuice es un espíritu rebelde que desafía las reglas del inframundo y lo hace con un estilo tan grotesco y exagerado que es imposible no rendirse a su encanto. Es un antihéroe perfecto, que al mismo tiempo nos hace reír y nos pone incómodos.
Esta cinta de 1988 es también una película que trata sobre la aceptación de la muerte, pero lo hace de una manera ligera y casi cómica. Los Maitland, tras morir, intentan aferrarse a su hogar y a su antigua vida, pero finalmente deben aceptar su destino y encontrar su lugar en el "Más Allá". Aquí es donde la joven Lydia, interpretada por Winona Ryder, juega un papel clave. Su espíritu melancólico y su fascinación por lo macabro la convierten en un personaje que refleja mucho del propio Burton, alguien que siempre ha estado interesado en lo oscuro, pero con una sensibilidad particular.
Tim Burton logra, con Beetlejuice, algo que pocos directores consiguen: fusionar géneros tan dispares como el terror, la comedia y la fantasía en una sola obra. La película es, en su núcleo, una comedia de fantasmas, pero está impregnada de un sentido visual que mezcla lo gótico, lo grotesco y lo hilarante de una manera que solo Burton podría. Desde los espectaculares efectos especiales prácticos que evocan una sensación de stop-motion, hasta la inolvidable música de Danny Elfman, todo en Beetlejuice es un homenaje a lo bizarro y lo excéntrico.
Mirar esta película hoy, años después de su estreno, es como reencontrarse con una parte de nuestra infancia. Ese niño o niña que se maravillaba con lo diferente, con lo extraño, y que encontró en Burton a un director que entendía que lo macabro también podía ser divertido. Beetlejuice es, sin duda, uno de los pilares del cine de fantasía de los 80, y sigue siendo un faro para aquellos que disfrutan de lo inusual.
Con todos sus condimentos y magia, Beetlejuice es una carta de amor a lo raro, a lo marginal, y una celebración de lo que significa aceptar nuestras propias peculiaridades. Tim Burton, con su estilo inimitable, nos recuerda que el cine puede ser tanto un escape como una forma de abrazar lo que nos hace únicos. Y eso, amigos, es lo que convierte a Beetlejuice en un clásico eterno.
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