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Los robots de Asimov

Isaac Asimov fue un prolífico autor de ciencia ficción. Para muchos, el mejor de todos los tiempos. En sus obras abordó todos los temas vinculados con el género: sociedades futuristas, expediciones intergalácticas, existencia de vida inteligente en otros mundos y viajes a través del tiempo, entre otros. Pero fue la inteligencia artificial la que más fascinó a este escritor norteamericano de origen soviético. Así, imaginó dos grandes grupos: las supercomputadoras y los robots. En los relatos, ambos se comportan de igual manera mostrándonos que su funcionamiento interno es similiar. Los robots tienen la ventaja de poder realizar en forma más óptima tareas físicas parecidas a las de los humanos, pero carecen de la sabiduría todopoderosa con que Asimov describe a las supercomputadoras, capaces de procesar millones de variables en microsegundos y responder cualquier pregunta siendo su gran desventaja el enorme espacio que ocupan y su imposibilidad de movimiento. En este artículo nos vamos a detener en los cuentos de robots, dejando a las supercomputadoras para otra ocasión.

En sus relatos sobre autómatas, Asimov describe a la mayoría con forma humana, con cuerpo de metal y con un cerebro positrónico. Esta última palabra es invención de él y fue usada posteriormente por otros autores de ciencia ficción e incluso en series de televisión como Viaje a las Estrellas. No queda en claro cómo funciona el cerebro positrónico, pero es justamente esa la parte fantástica en los relatos de robots. Ese cerebro es la clave del comportamiento de los androides y es siempre alguna falla o alguna anomalía en él lo que le permite a cada uno de sus personajes robots ser tan especial y único.

Una de las ideas más brillantes de Asimov fue la invención de las Tres Leyes de la Robótica que constituyen un marco legal para las acciones del robot. La primera ley dice que un robot no debe dañar a un humano ni permitir por inacción que un humano sufra daños. La segunda ley, que los robots deben obedecer todas las órdenes de los humanos siempre que dicha orden no entre en conflicto con la primera ley. Y la tercera, que dice que los robots deben cuidar su integridad física excepto cuando entren en conflicto la primera y segunda ley. En base a estas tres leyes, Asimov construye un universo de alternativas. Porque siempre existe alguna manera de saltearse por alto alguna o esquivar soslayadamente otra, pero nunca violarlas.

Con un cerebro tan complejo, reparar los robots no parece ser trabajo para un mecánico o un ingeniero, es por eso que Asimov nos muestra un futuro con una nueva especialización profesional: la robopsicología. Allí, se describe una ciencia que combina los análisis técnicos propios de la electrónica y los métodos de la psicología. Asimov convierte a una mujer en la especialista número uno en robopsicología: la doctora Susan Calvin, quien es el personaje principal humano, en la mayoría de sus relatos cortos sobre robots.

En cada uno de sus cuentos, este autor pone por lo general a un único robot en primer plano que interactúa con humanos y con otros robots. Es el caso, por ejemplo, de Robbie. Este relato cuenta la historia de una niña, Gloria, cuyos padres le regalan un robot a quien ella bautiza Robbie. Este androide, de gran estatura y enorme peso se convierte en niñera y compañero de juegos de la niña. Pero al observar que Gloria ya no juega con otros niños de su edad y solo pasa el tiempo con Robbie, su padre decide regalarlo. La niña descubre que su amigo no está más y rompe en llanto hasta conmover a su padre. Finalmente deciden salir a buscarlo con la esperanza de encontrarlo. Asimov da una muestra muy efectiva de como los robots pueden llegar a reemplazar a las mascotas en el futuro ya que Robbie podría haberse tratado de un perro.

Otros cuentos se desarrollan por ejemplo en el ámbito científico de la fábrica de robots, en alguna base espacial o hasta en una universidad como en Corrector de Galeradas (Galley Slave) que cuenta la historia de un robot diseñado para corregir faltas de ortografía y de redaccón.
Algunos cuentos rozan la comedia como por ejemplo ¡Mentiroso! (Liar!) en el que el robot RB-34 apodado Herbie puede leer la mente de los científicos y científicas que lo estudian como así también descubrir los sentimientos que algunos de ellos sienten por otros. Los enredos llegan cuando al entablar conversación, Herbie le miente a la Dra. Calvin contándole que uno de sus colegas está perdidamente enamorado de ella. Es debido a la Primera Ley de la Robótica que el robot se ve obligado a mentirle a la Dra. Calvin para no herir sus sentimientos ya que ella sí siente algo profundo por su colega y enterarse de lo contrario la sumiría en la tristeza.

La lógica forma parte siempre en estos relatos, pero seguramente se potencia en cuentos como El Pequeño Robot Perdido (Little Lost Robot) en el que la Dra. Calvin debe encontrar a un robot NS-2, apodado Nestor 10, que no tiene incorporada en su cerebro positrónico la Primera Ley. Lo más llamativo, es que el robot perdido está a la vista de todos, mezclado con otros sesenta y dos exactamente iguales a él físicamente. ¿Cómo saber cuál es Nestor 10? Los robots son sometidos a distintas pruebas para ir descartando candidatos. Los especialistas descubren que Nestor 10 persuade y manipula al resto para lograr invalidar las pruebas y seguir oculto. Un cuento que juega muy bien con las Leyes de la Robótica es El Círculo Vicioso en el que aparecen Donovan y Powell, dúo de personajes. En esta historia deben descubrir qué es lo que hace que un robot SPD-13, apodado Speedy, se mantenga en un bucle infinito y deben buscar la manera de destrabarlo. Y en la misma senda lógica, aparece el cuento Reflejo Simétrico con el investigador Elijah Baley y su ayudante R. Daneel Olivaw (la R es de robot), legendarios personajes de Asimov, intentando desentrañar la verdad en un caso en que dos científicos, uno ya consagrado y otro principiante pelean por la autoría de una nueva teoría.

Llama poderosamente la atención que los robots de Asimov no son agresivos ni violentos como estamos acostumbrados a verlos en el cine. Sin embargo, en algunos relatos, Asimov alerta sobre la posibilidad de que algunos robots desobedezcan las órdenes de las personas y logren su libertad y total autonomía. Es el caso de Sueños de Robot (Robot Dreams), en el que la Dra. Calvin debe investigar las anomalías del robot Elvex que dice tener sueños. En otros cuentos, los robots se vuelven peligrosos, como por ejemplo en Algún Día (Someday), cuyo final es un poco aterrador. Sally, es otro relato en el que los robots, en este caso con forma de automóvil al igual que el Auto Fantástico (Knight Rider), comienzan buenos y sumisos y terminan transmitiendo temor.
En algún aspecto similar a lo anterior se encuentra el robot QT1, apodado Cutie, del cuento Razón (Reason) cuya mentalidad es tan superior, que decide desobedecer las órdenes de los humanos y formar su propia religión convenciendo a otro grupo de robots a seguirlo.

Acercándonos al campo humano, podemos citar el título Lenny que es el caso de un robot diseñado para trabajar en una mina espacial y que por un accidente en su fabricación, pierde todas sus funciones superiores convirtiéndose en un bebé de media tonelada. Otro es Intuición Femenina (Feminine Intuition), en el que se diseña un robot físicamente con forma de mujer y cuyo cerebro positrónico tiene además una distinción, la intuición. El robot falla y produce un accidente y solo una verdadera mujer (la Dra. Calvin cuándo no) haciendo uso de su natural intuición femenina podrá descubrir por qué fracasó.

Y llegando al final, el cuento más popular de Isaac Asimov: El Hombre Bicentenario (Bicentennial Man). Cuenta el mismo Asimov en alguno de sus libros que corría el año 1976 en el que Estados Unidos celebraba sus 200 años de independencia. Así que le propusieron lo siguiente: "Nosotros le damos un título relacionado con el tema y usted escribe un cuento". El título que le asignaron fue "El Hombre Bicentenario". Enseguida, Asimov pensó que un hombre no podía vivir 200 años. Pero un robot sí. Y se imaginó a un robot cuyo objetivo máximo fuera convertirse en hombre. En el relato, cuenta la historia de un metálico robot de la serie NDR que llega a vivir a la casa de la familia Martin para ayudar en las tareas del hogar. Lo bautizan Andrew y pronto comienza a formar parte de la familia. Con el tiempo aprende habilidades manuales propias de un artesano. Asimila conocimientos y empieza a desenvolverse como un integrante más de la familia.

Comienza a ganar dinero y a difundir su trabajo. Tiempo después se independiza y busca la manera de cambiar su apariencia para parecerse más a los humanos. Pasan muchos años y ya convertido en una cyborg, físicamente y por dentro igual a todos los humanos, decide luchar por el derecho a ser reconocido como ser humano. Por dentro, Andrew sabe que la única forma de recibir ese reconocimiento es renunciando a su inmortalidad como robot. Así transcurren 200 años y Andrew pasa a ser una personalidad en el mundo y es descrito en el cuento como si fuera un hombre del renacimiento, interesado por las artes y la ciencia. En este cuento largo, Asimov aborda un tema muy profundo. ¿Qué es ser humano? ¿Qué es lo que nos define como seres humanos? Preguntas similares a las que se plantean en la película Blade Runner dirigida por Ridley Scott y basada en un cuento de Philip K. Dick.

El Hombre Bicentenario tuvo su adaptación cinematográfica pero fue una mirada demasiado escueta y superficial a la obra de Asimov y hecha con el único fin del aprovechamiento comercial.Los robots de Asimov pueden ser apáticos o simpáticos, fríos o emocionales, inteligentes o no tanto, inofensivos casi siempre aunque a veces potencialmente peligrosos, pero lo que seguro proporcionan son muchas horas de sana lectura y fascinación en un mundo imaginario que tal vez en un futuro no muy lejano se convierta en realidad.

Ver también: Lágrimas de robot. A 16 años de la muerte de Isaac Asimov

Texto gentileza de Tury para el Blog de Más que palabras

Comentarios

Anónimo dijo…
¡Que nota! Parece que estabas inspirado. Saludos. Zardoz.

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